Llueve, y bajo el pesar nace una rosa.
No es particularmente especial,
pero es tan mía como mi sombra
y tan única como un milagro.

Llueve, y a la par de su belleza
también crecen mis espinas;
acariciando pétalos de instantes,
gotas que son lágrimas de vida.

Llueve, tiñendo carmesí en su semblante,
y en mi corazón sonrojado de pasiones.
Germina echando profundas raíces,
arraigando su estirpe, y mi historia.

Llueve, y a la par, brota esperanza;
libertad tras sus instintos y mis anhelos.
No se subyuga ante inclemencias;
no me resigno aunque me duela.

Llueve, pero no por mucho tiempo.
El sol prepara su vanidoso encanto;
es momento de que brilles
y poder brillar contigo.

Madurando fuerzas y hermosura,
gozas, calma, tu presente;
mientras juego a ser feliz,
con el alma desnuda y mis sueños a flor de piel.

Lluvia sabor a rosa

Nunca olvides, que tras las peores lluvias de la vida, emergen sus mayores milagros.
Por eso, si llueve, alza los brazos al cielo, hazte uno con tus lágrimas, y prepárate. Tu mejor momento se aproxima.

Por Ignacio Larre