No le robes la ilusión a un sueño, ni las alas a tu ángel.
Que no caiga una sola de tus lágrimas sin valer la pena, ni te duela un dolor sin esperanzas.
Que no te oculte una herida tu sonrisa, y mucho menos, un desengaño tu ilusión.
No acaricies la piel que no acaricia, ni creas que la última oportunidad se ha fugado con aquel tren que te abandonó.
No te quedes con poco porque mucho pierdes. Déjalo todo si vale la pena y juégate por completo.
No malgastes energía atrapando sombras detrás de una falsa riqueza. Espera el momento y abrázate a lo valioso, con todas tus fuerzas, para jamás soltarlo.
Que no se apague tu luz con el ocaso de otras vidas. Sé lumbre en la oscuridad y camino en el desierto.
Y cuando sientas, de verdad, que el final está al llegar, no detengas tu marcha. Es muy probable que realmente sea en ese momento cuando tomes dimensión de todo lo que has alcanzado.

Ama la vida y su historia, con todas tus frustraciones y victorias, deseos cumplidos y anhelos perdidos en el tiempo, errores y aciertos. Y aunque todavía el final no esté escrito, vela por seguir creciendo, paso a paso, con la ilusión del primer día y el anhelo de poder sentir, llegado el momento, que todo esto llamado vida, verdaderamente, ha valido la pena.

Tal vez hoy las cosas se vean borrosas, como en esta fotografía, pero seguramente detrás de la incertidumbre se esboce la más bella de tus obras de arte.

La más bella de tus obras
Por Ignacio Larre