Nacimos de misma madre,
la historia nos ha apartado;
tú decidiste quedarte,
yo, sin querer, me he alejado.

Crecimos marcando huellas
sobre un único camino,
pero la vida en su prisa
separó nuestro destino.

Tú, con ansias de arraigarte;
yo, apostando ser libre;
rompimos lazos de sangre
buscando nuevas raíces.

Tropecé más de la cuenta,
callos cubrieron mis penas;
olvidando en tanto andar
el motivo de mi guerra.

Perdí tu rastro, mi hermano;
no supe más nada de ti.
Me contaron que en tu lucha,
tú sí que has sido feliz.

Diste fruto en propia tierra,
fértil semilla has sembrado;
no alejándote del rumbo
que nuestra estirpe ha creado.

Nacimos de misma madre,
la Madre Tierra, mi hermano.
Y hoy que te vuelvo a encontrar,
quiero decirte “Te Amo”.

Somos hermanos

Muchas veces, en la búsqueda de nuestra propia historia, nos alejamos de las raíces que nos unen como hermanos.
Diferencias las hay, porque cada alma es irrepetible. Pero detrás de tanta individualidad, compartimos nuestra tierra, nuestro cielo, nuestra humanidad y nuestro presente.

Decirte “Te Amo” puede sonar a cuento. Aunque en este mundo, cada día más dividido; el amor, sigue siendo nuestra única esperanza.

En los rieles de la vida, como en esta fotografía, los caminos se separan detrás de una espesa niebla de incertidumbres. Pero siempre es posible mantener el cauce que nos permita, más allá de nuestras búsquedas personales, velar por un mundo mejor para todos.

Hoy me reencuentro con vos, mi hermano. Juntos, todo es posible.

Por Ignacio Larre