Tímidamente te hundes en mi pecho.
Rozando el aire, me acaricias
y te escondes profunda y sigilosa
entre mi alma y mis entrañas.

Te quedas, quebrando mis silencios.
Haciendo tuyos mis latidos,
palpitas junto a ellos
llenándome de ti.

Te expandes, abarcando mis confines.
Tiñéndome de vida, me recorres,
hasta no existir rincón de mi cuerpo
que no te advierta.

Eres todo y lo soy contigo.
La energía que engendra mi fuerza,
la brisa que atesora mi esperanza,
el oxígeno que renueva mi tiempo.

Y en tu máximo esplendor, me sueltas.
Huyes lentamente de mis pulmones
llevándote parte de mi presente
y convirtiéndolo en historia.

Te vas, cargando en un soplo mi suspiro,
arrastrando con tu aliento mis desdichas.
Destierras de mis venas sus escombros,
expulsando más que el aire, mis cenizas.

Ya no soy el mismo, aunque parezca,
mi respiración es universo,
inspirando sol de sus mañanas
y exhalando instantes ahora muertos.

Mi respiración
Por Ignacio Larre