Estamos solos. Solos pero de pié. Nuestras raíces siempre nos mantuvieron erguidos.
Desnudos, pero con la esperanza intacta en la primavera por venir a arroparnos.
En las tinieblas, aunque incluso en la oscuridad más tenebrosa, siempre una luz de esperanza nos iluminó para que no perdamos la ilusión.
Débiles, aunque a último momento siempre pudimos encontrar ese rayo milagroso que nos dio la energía para seguir adelante.
Ahora me doy cuenta que en realidad nunca estuvimos solos. Siempre estuviste conmigo, rodeada de millones de estrellas.
Juntos en la soledad
Por Ignacio Larre