Noche por qué te esmeras en abrazarte a mis sombras,
empecinada en buscarme en mis lugares oscuros.
Quieres verme entre tus rejas, preso de mis pesares,
hundiéndome en tus abismos, perdiéndome en tempestades.
Soy mortal y la condena es errar por más que duela,
sufrir por tanto querer y tener lo que se pueda;
amar poniendo mi alma en un rincón de mi pecho,
fracasar de tanto en tanto para intentarlo de nuevo.
Noche tú tienes de sabia lo que yo de infortunios,
sé que débil es mi carne y vago con paso esquivo;
quieres quedarte conmigo para honrar tus vanidades,
pero soy de orgullo fuerte y de espíritu indomable.
Propongo un trato contigo, noche dueña del ocaso:
me dejas vivir tranquilo, entre mis luces y sombras;
tener un poco de dicha, sin que te ensañes conmigo;
ser amo en mi propia suerte y señor en mi camino.
Yo por mi parte me ofrezco a apaciguar tu penumbra;
dar compañía a tu estancia que no estés sola a tu amparo.
Cada noche soñaré una nueva luna llena,
para que duerma contigo haciéndote Noche Buena.
La noche buena
Por Ignacio Larre