La gracia seduce tu tibio y delicado encanto.
Te roza el cabello. Surca tus labios.
Se cuela por el hueco de tus mejillas.
Recorriéndote el cuello te acaricia los hombros.
Baja por el riel de tu columna, haciéndote un remolino en la cadera.
Y se escurre, tímida y sigilosa entre tus rodillas, para perderse sutilmente en el relieve que esculpen tus tobillos.

El carácter conquista el clamor de tu naturaleza.
Te impregna su fervor, defendiendo tus ideales.
Insinúa tus anhelos, haciéndose eco de tus convicciones.
Muestra tu cordura ceñida al equilibrio y la firmeza de tu temple.
Moldea tu espíritu, perpetuando tu afán y reivindicando tu lucha.
Se arraiga en la mirada profunda de tu alma, haciendo de la voluntad una continua búsqueda y de la intuición una absoluta certeza.

La inteligencia trasciende las fronteras de tus dominios.
Te hace perceptiva y elocuente. Sagaz y ávida por descubrir.
Te inspira en la imaginación.
Te manifiesta en los detalles.
Atrapa la atención, convirtiéndote en ardiente locura y astuta ocurrencia.
Y cuando comúnmente ya no quedan opciones, te hace capaz de encontrar una nueva visión para enriquecerlo todo.

La valentía esgrime las banderas de tu bravo corazón.
Empuña tu coraje de madre y vehemencia apasionada.
Te ciñe en su ímpetu, quebrando las barreras de lo imposible.
Te hace respetable a todos, temible a la intransigencia y sensual en tus audacias.
Del miedo hace germinar tu fuerza, de la incertidumbre tu instinto.
Y al ver que ya no tiene sentido, te infunde tenaz determinación e inobjetable criterio.

Mujer, naciste con el don de transformarlo todo.
Eres gracia, carácter, inteligencia, valentía.
Eres aquella razón que alienta, cada día, una nueva esperanza

Mujer
Por Ignacio Larre