Ruido es aquel enemigo silencioso que ensordece los sentidos, impidiendo apreciar las cosas verdaderamente importantes.

Ruido es quedarse atrapado en el éxtasis de lo material. Es aturdirse en la furia de vivir corriendo. Es gritar sin detenerse a escuchar.

Ruido es reaccionar sin pensar. Es obnubilarse por lo efímero. Es elegir las salidas fáciles sin buscar una sabia solución definitiva.

Ruido es lo que nos aleja de nosotros mismos y nos acerca a una aparente y fugaz felicidad.

El ruido nos mantiene seguros estando en realidad perdidos. Nos confunde saltando siempre los mismos pozos, sin rellenarlos para sanar.

Ruido es volar en una continua euforia de banalidades sin asentarnos en tierra firme para repensarnos y redescubrirnos. Es mirar el propio ombligo sin importar el del otro. Es flotar siempre en la superficie. Es aceptar sin replanteos. Es un permanente porque sí, un no importa, un me da igual.

Llegó la hora de transformar el ruido en clamor, el monótono bullicio en evolución. La vida nos llama no desde su cáscara, sino desde lo más profundo de su existencia.

Hoy tenemos la oportunidad de comenzar a disfrutar de la sinfonía completa. Ésta es la única historia que contaremos, por eso vale la pena hacerlo a pleno.

Hoy el ruido puede acallarse para que de una buena vez escuchemos con claridad todo lo que la vida nos propone y no únicamente esa pequeña porción intrascendente de su lado más mediocre.

Éstas pueden ser palabras que se las lleve el viento, pero tal vez, solo tal vez, sean aquel indicio que abra las puertas de un mundo desconocido, ansioso por descubrirnos, que nos espera más cerca de lo que imaginamos.

¿Nos animamos a apagar el ruido? Nuestro interior nos llama

Ruido
Por Ignacio Larre