Toma mi mano y entenderás mi mundo. Sal de tu perspectiva, alza la mirada y descubrirás mis ojos fijos en los tuyos.

Desde mi libertad, te necesito. Desde mi razón, trato de comprenderte. Pero aún así, sigo sintiéndome solo.

Respiro mi naturaleza, respetando la tuya. Pero me duele sentir que, aún siendo el animal, tú frecuentemente eres el salvaje.

Toma mi mano, todavía hay oportunidad. Siente mi espíritu y verás que es similar al tuyo.

No me juzgues porque yo no lo hago contigo. Estoy seguro que si me conoces, no volverás a lastimarme.

Toma mi mano y permíteme enseñarte a amar la naturaleza como yo lo hago.

Desde mi naturaleza

Queridos amigos, quería compartir con ustedes esta fotografía, que representa una de las experiencias naturales más gratificantes que me tocó vivir.

En mi visita a los Esteros del Iberá un tiempo atrás, recorriendo una zona selvática acompañado por un guía de la zona, descubrimos unos sonidos peculiares, característicos de los denominados monos Carayá.

Nos quedamos mirando hacia arriba, en completa oscuridad por la espesura de la vegetación, y grata fue la sorpresa al ver que uno de los integrantes de la manada se acercaba a nosotros.

El momento cumbre lo viví cuando aquella hembra de Carayá se colocó justo encima mío y mirándome a los ojos, me extendió su mano.

Una emoción indescriptible atravesó mi cuerpo. Recuerdo estar enfocándola con la cámara y de los nervios no poder dejar de temblar. Por suerte pude llevarme este inmenso momento retratado, para mostrárselos a todos ustedes.

Este animalito me habló, con más palabras de las que se puedan decir. Confió en mí y me permitió descubrir las profundidades mismas del amor por su naturaleza.

La naturaleza nos necesita. Aún nos extiende su mano. Tendamos también la nuestra, para nunca más soltarla. No desperdiciemos la última oportunidad que nos queda.

Amándola y respetándola, solo así podremos salvarla.

Por Ignacio Larre